"El virus puede afectar directamente a células adiposas", afirmó Philipp Scherer, científico que estudia las células adiposas en el centro médico UT Southwestern de Dallas. "Lo que ocurre en la grasa no se queda en la grasa", añadió. "También afecta a los tejidos circundantes".
La investigación aún no se ha publicado en una revista científica, pero si los resultados se mantienen, podría explicar porque los pacientes con exceso de peso son más vulnerables al virus, y porque algunos adultos jóvenes sin otros riesgos presentan tantas complicaciones.
Las autoras principales del estudia sugirieron nuevos tratamientos contra el COVID-19 dirigidos a la grasa corporal. "Tal vez ese sea el talón de Aquiles que el virus utiliza para evadir nuestras respuestas inmunitarias protectoras: esconderse en un lugar", señaló Vishwa Deep Dixit, profesor de Medicina comparada e Inmunología de la Facultad de Medicina de Yale.
Antes se pensaba que la grasa corporal era inerte, pero ahora los científicos saben que el tejido es biológicamente activo, ya que produce hormonas y proteínas del sistema inmunitario que actúan sobre otras células, provocando un estado de inflamación persistente de bajo grado incluso cuando no hay infección. La inflamación es una respuesta del cuerpo a un invasor, y a veces es más dañina que la infección que la desencadenó.
El tejido adiposo está compuesto principalmente por adipocitos, también contiene preadipocitos que maduran hasta convertirse en células adiposas y células inmunitarias, entre ellas un tipo llamado macrófagos del tejido adiposo.
McLaughlin y Blish llevaron a cabo experimentos para comprobar si el tejido adiposo de pacientes sometidos a cirugía bariátrica podía infectarse con el coronavirus y siguieron la respuesta de varias células. Los científicos descubrieron que las células adiposas podían infectarse, pero no se inflamaban demasiado, por otro lado los macrófagos también son susceptibles a la infección, y desarrollaban una fuerte respuesta inflamatoria. Lo más extraño de todo es que los preadipocitos no se infectaron, pero si que contribuyeron a la inflamación.
"Si de verdad estás muy obeso, la grasa es el órgano más grande del cuerpo", dijo Kass. "El coronavirus puede infectar ese tejido y quedarse a vivir ahí", dijo. "No importa si lo hiere, lo mata o, en el mejor de los casos, lo usa para amplificarse. Se convierte en una especie de depósito". Los datos también sugieren que las vacunas y los tratamientos contra el COVID-19 deben tener en cuenta el peso y las reservas de grasa del paciente.
Fuentes: The New York Times, La Sexta, Espanol News