El aumento de la temperatura del mar es un caldo de cultivo para la proliferación de diversos microorganismos, entre ellos las bacterias del género Vibrio, un grupo de agentes patógenos causantes de enfermedades como la vibriosis o el cólera. De todas ellas, Vibrio vulnificus es una de las que causan mayores estragos. Basta con contactar con algún marisco contaminado o bañarse en una superficie infectada para que el patógeno se cuele en nuestro torrente sanguíneo a través de un corte abierto o una pequeña herida, especialmente en pacientes inmunodeprimidos o en personas mayores. A partir de ahí se propaga por el organismo, lo que puede dar lugar a casos de sepsis que pueden resultar fatales.
Existe la creencia generalizada de que el agua de mar es beneficiosa para la cura de heridas superficiales, y es que el cloruro sódico presente en el agua marina tiene efectos antiinflamatorios y antibacterianos, mientras que su alto contenido en yodo acelera la cicatrización de las heridas. El agua salada es, en efecto, una buena solución para la cura y cicatrización de heridas, pero solo si está esterilizada. El agua marina, sin embargo, dista mucho de ser un medio aséptico. Al contrario, puede albergar trazas de contaminación humana, además de innumerables microorganismos acuáticos que pueden resultar fatales.
Cada vez que tragamos agua de mar estamos absorbiendo una buena dosis de microorganismos. Por ejemplo, se estima que en todo el océano hay un quintillón de virus, mientras que las bacterias marinas constituyen la mayor parte de la biomasa del océano. Cualquier herida infectada producida en agua de mar o salobre puede infectarse por V. vulnificus, por lo que las autoridades sanitarias advierten a las personas que estén en contacto permanente con el agua de mar a extremar las precauciones, pues incluso el contacto con la piel de marisco contaminado puede desencadenar una infección
Fuentes: National Geographic, La Razón
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