"Funcionamos" gracias a la electricidad. Las comunicaciones eléctricas entre las neuronas de nuestro cerebro son la fuente de todos nuestros sentidos, comportamiento e inteligencia. Sin embargo, esta capacidad es muy, muy antigua. Tanto, que las células más evolucionadas, las neuronas, la comparten con otras que están muy abajo en la escala evolutiva: las bacterias, que ni siquiera tienen un núcleo definido.
Esto demuestra que durante la evolución, las soluciones efectivas se mantienen y se replican a lo largo de la evolución, aunque con algunas mejoras. La velocidad con la que se transmiten las señales es significativamente mayor en el cerebro que entre las bacterias.
Pero básicamente ambos tipos de células utilizan el mismo sistema para sus “relaciones sociales”, que son muchas e importantes. Lo acaban de descubrir biólogos de la Universidad de California en San Diego y lo publica la revista Nature que ofrece “una perspectiva radicalmente nueva” de cómo se pudo originar el sistema nervioso en los humanos y el resto de animales, cuenta Jordi García-Ojalvo, el único autor español y director del Laboratorio de Dinámica de Sistemas Biológicos de la UPF.
Las bacterias que viven en comunidades tienen una compleja vida social y se comunican entre sí eléctricamente, a través de proteínas llamadas "canales iónicos", lo mismo que las neuronas de nuestro cerebro. Estos canales son proteínas que atraviesan la membrana celular y permiten el paso de iones para generar una corriente eléctrica.
Una colonia de bacterias Bacillus subtilis, que estaban dispuestas en un biofilm, una estructura similar a la película pringosa que se engancha en el fregadero después de lavar los platos, fue sometida a una huelga de hambre por parte de los científicos.
Las bacterias situadas en el centro del biofilm mandaron impulsos eléctricos a sus compañeras de la periferia para comunicar la situación de estrés.Las bacterias vecinas amplificaron la señal hasta llegar a las células más exteriores –las primeras en recibir los pocos nutrientes que les suministraban los investigadores–, que dejaron de crecer para que las bacterias centrales pudiesen alimentarse.
La observación inédita de este mecanismo de comunicación entre bacterias es muy similar al de las neuronas, aunque mucho más simple y lento que una sinapsis. Además, el diálogo bacteriano dura horas, mientras que las neuronas se comunican en cuestión de milisegundos.
Lo interesante es que tanto las migrañas como las señales eléctricas entre las bacterias que hemos descubierto son causadas por el estrés metabólico.
Esto sugiere que muchos de los medicamentos originalmente desarrollados para la epilepsia y la migraña también pueden ser efectivos en el ataque a las biofilms bacterianas, que se han convertido en un problema de salud creciente en todo el mundo debido a su resistencia a los antibióticos.
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