Diversos investigadores han descubierto una proteína, Shank, capaz de indicar si los recuerdos y emociones de las personas pueden cambiarse u olvidarse. En principio, se trata de un estudio en animales, pero los científicos tienen como objetivo que esta proteína pueda ser utilizada en personas con TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático).
Los recuerdos a largo plazo se dividen principalmente en dos categorías: la memoria basada en hechos (en la que recordamos nombres, lugares, acontecimientos...) y una memoria instintiva (en la que recordamos emociones y habilidades).
En 2004, un trabajo realizado en Nueva York demostró que, al tratar a los animales con betabloqueante propranolol, estos podrían olvidar un trauma aprendido anteriormente. Sin embargo, la difícil reproducción de estos resultados ha llevado a mucha gente a dudar de si los recuerdos eran realmente modificables.
En la actualidad, científicos de la Universidad de Cambridge han demostrado que la presencia de Shank actúa como andamio para los receptores que determinan la fuerza de las conexiones entre neuronas.
Si esta proteína se degrada, los recuerdos empiezan a poder ser modificados. Esta nueva investigación también ha demostrado por qué el propranolol no produce amnesia en todos los casos.
Amy Milton (investigadora principal) explica cómo adiestraron a unas ratas para que asociaran un clicker con una leve descarga eléctrica, con el fin de crear un mal recuerdo. Inmediatamente después de recordarle a las ratas este "miedo" mediante el clicker, se les administraba propranolol.
En los resultados obtenidos los investigadores no reportaron ningún tipo de amnesia en las ratas, pero al utilizar la proteína
Shank determinaron que no se habían vuelto inestables.
Este descubrimiento no asegura que la proteína esté implicada en la degradación de la memoria, pero es un descubrimiento que puede servirnos como vía de entrada a la comprensión de la bioquímica de la memoria.
La investigadora también recalca que los cerebros humanos son similares a los animales, pero no iguales. Están formados por mecanismos muy complejos y diferenciados entre sí.
"Esperamos que con el tiempo podamos identificar los factores que hacen que los recuerdos sean modificables en los animales para después trasladarlos a los pacientes humanos y, en última instancia, esperamos disminuir el impacto de los recuerdos emocionales traumáticos" Añade la científica.
Descifrar lo que constituye un recuerdo es extremadamente complicado. Queda mucho camino por recorrer, pero esto nos da esperanza de que, dentro de un tiempo, podamos ayudar a miles de personas.
Fuentes: EL ESPAÑOL, Independent