Como en el caso de Romeo y Julieta, la de la bombilla y la polilla es una historia de atracción mortal. Siendo criaturas principalmente nocturnas, las polillas evolucionaron para viajar siguiendo el brillo de la luna, empleando un método denominado orientación transversal.
La orientación transversal es similar a cuando nosotros nos guiamos por la estrella polar, que está en un lugar determinado, de forma que sabemos dónde estamos. Del mismo modo, se cree que las polillas mantienen la fuente de luz en una posición determinada en relación con sus cuerpos para orientarse.
Lynn Kimsey, profesora de entomología de la UC Davis, afirma que todo ha salido mal porque les hemos dado muchas lunas artificiales.
Hay elementos dentro de los ojos de las polillas sintonizados con la luz tenue que actúan como telescopios en miniatura. De esta manera, cuando detectan iluminación artificial intensa, esta puede actuar como un gran estimulante.
Aunque todavía hay mucho que investigar para entender por completo el comportamiento de las polillas, los científicos sí saben que las bombillas han provocado una brecha en la programación evolutiva de las mismas.
Fuente: National Geographic
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