Cuando llegue ese fatídico día, estaríamos rodeados de una especie salvaje en peligro de extinción, como han confirmado diversos estudios: el carbonero común (Tetrau urogallo). Tiene una población de poco más de 190 ejemplares repartidos por la Cordillera Cantábrica, con importantes asentamientos en León, entre ellos Alto Sil y Omanía.
Eso sí con una pega característica, porque cada hembra tiene dos machos. Un censo tan escaso y desequilibrado llevó a los biólogos a concluir que incluso a medio plazo se trataba de una situación "extremadamente grave" para la supervivencia de la especie, y dudaron de su viabilidad genética. En el caso del oso pardo, el lince ibérico y el águila imperial, las estrategias de conservación han funcionado, pero no en el urogallo. De hecho, poco más de una décima parte de aquellos ejemplares que existían en 1980 han sobrevivido.
Una encuesta reciente de varios expertos del CSIC, se dedicó a mejorar la gestión forestal y por ende para salvar a las especies del impacto negativo de los cambios en la estructura de los bosques
aislados donde se refugia, la presencia de depredadores y la cubierta vegetal de arándanos.Este fruto es fundamental para mantener con vida a los gallos, que compiten directamente con los ungulados, como el ciervo, el corzo y el jabalí, por la carne. Adicionalmente, recomienda analizar nuevas dietas para que puedan llegar a los adultos. El programa de vida dedicado a esta especie, tras una inversión de seis millones de euros, ya ha dado unos dolorosos resultados. Como decía Joaquín Araújo, una verdadera pandemia es la pérdida de la biodiversidad, y su vacuna es el árbol.
A ver si podemos hacerlo mejor esta vez, aunque puede que lleguemos tarde. Hemos visto el deterioro alarmante de despoblación humana y ecosistemas, la disminución de la población y los jabalíes salvajes. Sí, el gallo está en época electoral en cantaderos que no son precisamente los bosques de montaña cantábricos.
Fuentes: ABC, Diario de León
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