Una especie peculiar de abejas sin aguijón parece haber evolucionado en zonas de selva tropical, como Costa Rica. Se alimenta a base de carne de carroña en lugar de polen y por ello, se las ha bautizado como abejas buitre (Trigona necrophaga).
Únicamente tres especies de abejas en el mundo, todas abejas buitre, han evolucionado para obtener su proteína solamente de la carne muerta. En cambio, hay otras especies de abejas que también consumen cadáveres de animales frescos cuando están disponibles, pero también buscarán polen y néctar.
Otro descubrimiento sorprendente fue que, a pesar de su inusual dieta basada en carne muerta, las abejas buitre siguen produciendo miel dulce y comestible.
Las tripas de las abejas melíferas, los abejorros y las abejas sin aguijón están colonizadas por los mismos cinco microbios centrales, y han retenido estas bacterias durante aproximadamente 80 millones de años. Además, solamente los animales que consumen carroña tienen un estómago capaz de lidiar con las bacterias que normalmente se presentan en la carne muerta y que son posiblemente mortales, como la salmonela u otros compuestos tóxicos.
Estas abejas han cambiado tanto su dieta que se han llegado a comparar sus estómagos con los de los buitres reales. Por esto, los investigadores querían descubrir en qué se diferenciaban las tripas de las abejas buitre con las de las demás abejas.
Para realizar esta investigación, los entomólogos colgaron trozos de carne cruda de pollo de los árboles de la selva de Costa Rica que llamaron la atención tanto a abejas que se alimentan de carne y néctar como a abejas buitre que preferían solamente carne.
Para realizar esta investigación, los entomólogos colgaron trozos de carne cruda de pollo de los árboles de la selva de Costa Rica que llamaron la atención tanto a abejas que se alimentan de carne y néctar como a abejas buitre que preferían solamente carne.
Gracias a esto, atraparon varios ejemplares de abejas buitre para estudiar tanto su estructura física como su composición interna. Todo con el propósito de entender qué permite que este pequeño insecto procese y consuma la carne de animales muertos.
Después de estudiar los microbiomas de las abejas extrayendo ADN de su abdomen, los investigadores descubrieron que las abejas buitre habían perdido algunos de los microbios centrales que tenían la mayoría de las abejas y desarrollaron un intestino más ácido.
El microbioma de la abeja buitre está enriquecido en bacterias parecidas a las que se encuentran en los buitres reales, hienas entre otros animales que se alimentan de carroña, posiblemente para ayudar a protegerlos de los patógenos que aparecen en la carroña
Entre dichas bacterias, se encontraron Lactobacillus y Carnobacterium. La primera suele encontrarse en muchos alimentos fermentados de los humanos y la segunda está relacionada directamente con la digestión de la carne.
Otra modificación que notaron con respecto a las demás especies de abejas fue la forma en la que los insectos usaban sus atributos. Por ejemplo, las abejas melíferas tienen bolsas en la parte trasera de sus patas para almacenar el polen que recolectan. Las abejas carnívoras siguen teniendo estos bolsillos, pero los usan para guardar carne.
Los entomólogos investigaron las diferencias físicas y microbianas que hacían que las abejas fueran carnívoras. Pero no se centraron como tal en los motivos evolutivos que los llevaron a tener dichos cambios.
Por esa razón, se tiene una idea sobre el tema, pero aún así es necesario realizar más estudios antes de ofrecerla como una explicación definitiva. Por ahora, se sostiene que la causa del cambio podría haber sido por la alta competencia que hay entre las distintas especies de abejas en el trópico. Como consecuencia, al mutar para consumir un alimento menos demandado entre los suyos, las abejas buitre pudieron asegurarse el alimento necesario para sobrevivir.
Como siguiente paso, los científicos quieren estudiar qué ocurre con la carne recolectada por las abejas buitre. Esta especie de abejas guardan la carroña recogida en unos contenedores especiales donde la almacenan hasta dos semanas antes de comérsela tanto ellas como sus crías. En concreto, los científicos quieren investigar qué pasa con la carne durante las dos semanas que pasa en estos contenedores.