El cambio global, no obstante, está afectado de forma irremediable a ese equilibrio. Calor, sequía, plagas, patógenos, pérdidas de vapor del agua o subida del nivel del mar son algunos de los riesgos que enfrentan los bosques y, por tanto, la disponibilidad de su stock y de esa capacidad de absorber carbono. Todos estos detonantes provocan que lo que ahora son sumideros de CO₂ se conviertan en fuentes, es decir, que emitan ese carbono a la atmosfera.
La comisión Europea recoge que, para la UE, el catálogo de los servicios que nos ofrecen los bosques estaría valorado en cerca de 81,414 millones de euros. Estos servicios, a los que se suman la extracción de madera o la energía verde que sale de su biomasa, están en peligro hace tiempo y se degradan cada vez más rápido. Los árboles pueden soportar variaciones climáticas, pero cuando estas son muy frecuentes y más intensas, bosques enteros corren riesgo de desaparecer.
Esa capacidad de sumidero se irá agotando, explica Jordi Vayreda, investigador del centro de investigación Ecológica y aplicaciones forestales, sobre el efecto del cambio climático en los bosques. Antes esta situación, lo importante es adaptar nuestros bosques, que se mantengan con las mínimas condiciones de vitalidad y salud, que se salven los principales servicios ecosistémicos.
Si las temperaturas globales suben 4 C respecto a los valores preindustriales, los estudios apuntan a que la cubierta forestal reducirá a la mitad en 2100. Estamos viendo las señales: los bosques son muy vulnerables al cambio climático y cada vez soportan más presión, resume Jorge Curiel, doctor y especialista de ecología terrestre en el BC3. Vayreda explica que la capacidad de sumidero se agota y los bosques se convierten en fuentes de carbono: es decir, que, lejos de absorberlo, la destrucción del bosque provoca que la libere el CO₂ a la atmosfera.
Fuentes: El País, León Noticias
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