Este importante descubrimiento se basa en que la proteína HAP2/GCS1, que hace posible la reproducción en plantas, parásitos y animales invertebrados, podría tener origen en organismos unicelulares que surgieron en la Tierra hace unos tres mil millones de años.
Pablo Aguilar, docente de La Escuela de Bio y Nanotecnologías de la UNSAM, se juntó con David Moi, estudiante de doctorado de la UNSAM, y con grupos de investigación de países extranjeros como Israel, Suecia, Uruguay, Argentina, Suiza y con la compañía de inteligencia artificial DeepMind de Reino Unido. Y juntos descubrieron que las proteínas que permiten la reproducción sexual de animales invertebrados, plantas y parásitos podrían no tener origen en virus ni en células eucariotas ancestrales, sino en otros organismos unicelulares que surgieron en la Tierra hace miles de años, las arqueobacterias. En resumen, que mucho antes de existiera el sexo, existieron células portadoras de los componentes moleculares que necesitan los óvulos y espermatozoides para fusionarse.
El momento en el que un óvulo se encuentra con una célula espermática de la misma especie, las proteínas especializadas en la fusión de células (fusógenos) actúan, es decir, que estas sustancias se ponen en funcionamiento en lugares y momentos muy precisos. Por ello, en este trabajo se ha registrado que las fusexinas (fusógenos típicos de la reproducción de plantas, parásitos y animales invertebrados) también existen en unos organismos unicelulares, llamados arqueobacterias, organismos ancestrales parecidos a las bacterias existentes en el planeta desde hace tres mil millones de años.
Este proceso de investigación tuvo la ayuda de la combinación de diferentes disciplinas como biología computacional, cristalografía de rayos X, biología celular e inteligencia artificial.
Para terminar, mostramos unas palabras del líder de la investigación: "Del fusógeno que identificamos en arqueobacterias habrían surgido también las proteínas que hoy garantizan la reproducción sexual en plantas, animales invertebrados y protozooarios", explica Pablo Aguilar, uno de los directores del estudio e investigador del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, CONICET-UBA), con sede en la ciudad de Buenos Aires.
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