La cámara es «la primera de su tipo en el mundo», asegura Li Ruilin, ingeniero geotécnico de la Universidad de Minería y Tecnología de China, al South China Morning Post. Los científicos planean utilizarla para probar la tecnología antes de enviarla a la Luna, donde la gravedad es solo una sexta parte de la de la Tierra. De esta forma, podrán solucionar problemas tecnológicos, como saber cómo responderán algunas estructuras a la falta de gravedad antes de que se establezca un asentamiento humano allá arriba, que es el objetivo final de varias agencias espaciales.
«Algunos experimentos, como una prueba de impacto, necesitan solo unos segundos -afirma Li-, pero otros, como las pruebas de fluencia, pueden llevar varios días». Una prueba de fluencia mide cuánto se deformará un material bajo una temperatura y tensión constantes.
Uno de los aspectos más curiosos de la nueva luna artificial es que los investigadores se inspiraron para construirla en el experimento de Andre Geim, un físico de la británica Universidad de Manchester, que ganó el Premio Ig Nobel -algo así como los Razzie de la ciencia- en el año 2000 por lograr que una rana levitara con imanes.
Lo que se aprenda en la luna artificial se utilizará en el programa de exploración lunar de China, Chang'e, bautizado en honor de la divinidad china de la Luna. Después de lanzar Chang'e 1 en 2007 y Chang'e 2 en 2010, el país asiático logró posar un aterrizador y un rover tres años después. En 2019, la Chang'e 4 llevó otro aterrizador y otro rover en la cara oculta, logrando incluso que una semilla germinara en el espacio. Tanto los aterrizadores de las misiones Chang'e 3 y Chang'e 4, como el rover de la Chang'e 4, siguen hoy en funcionamiento. En 2020, Changé 5 recuperó rocas de la superficie lunar. Y China no piensa quedarse ahí. Pretende crear una estación de investigación en el polo sur lunar en 2029.