Existen muchas personas que sufren fobia social, un trastorno que les genera ansiedad y miedos a hablar con personas extrañas o poco familiares. Este trastorno se puede padecer desde la infancia o adolescencia y potenciarse durante los años, produciendo la incapacidad de comunicarse con personas que no conocen lo que compromete su calidad de vida. Se ha intentado solucionar con tratamientos farmacológicos, pero estos tienen limitaciones y con frecuencia resultan inefectivos.
Pero ahora se explora una nueva posibilidad que quizás podría ayudar a estas personas a superar ese trastorno, ya que se ha observado que estas personas tienen una composición biológica de su microbiota intestinal diferente a la de las personas sanas que no la padecen. De ahí que, por extraño que parezca, la microbiota intestinal podría estar relacionada con el procesamiento de las relaciones sociales que tiene lugar en el cerebro.
¿Para qué sirve la microbiota intestinal? Una de las funciones principales de la microbiota intestinal es prevenir la colonización por otros microorganismos patógenos, además de que producir vitamina K y B, y fortalecer el sistema inmune.
Ahora, los trasplantes de microbiota fecal han emergido como una técnica efectiva para saber cómo pueden afectar a cambios fenotípicos en quien los recibe. Cuando, por ejemplo, se transfieren heces de un ratón obeso a un ratón delgado y libre de gérmenes, este se vuelve más hiperfágico y gana más masa corporal, volviéndose igual al ratón que transfirió estas heces. Investigaciones recientes muestran también que estos trasplantes pueden transferir rasgos psicológicos y fisiológicos en casos de depresión, ansiedad comorbida con colon irritable o esquizofrenia, es decir, que parece demostrado que la microbiota intestinal es capaz de afectar al funcionamiento del cerebro e incluso a las relaciones sociales.
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