La termita africana
(Macrotermes michaelseni) es maestra en los principios básicos de la termorregulación, el martín pescador
(Alcedo atthis) y la ballena jorobada
(Megaptera novaeangliae) nos dan lecciones de aerodinámica, los caracoles de mar
(Prosobranquios) son catedráticos en eficiencia energética, la flor de loto
(Nelumbo nucifera) y los tiburones
(Selacimorfos) son expertos docentes en cómo repeler el agua, y así podríamos enumerar un sinfín de seres vivos de la naturaleza que son auténticos maestros.
Desde que la vida en la Tierra comenzó hace unos 4.000 millones de años, los seres vivos han ido evolucionando, y con ello han demostrado su facultad de resolver infinidad de dificultades, creando soluciones novedosas y eficaces, con un uso eficiente de los recursos, con una excelente capacidad de adaptarse al medio constantemente, de autoorganizarse, de autorepararse, de reconocer oportunidades, etc.
En plena crisis climática y de sostenibilidad de nuestro actual sistema productivo, donde hay una conformidad universal de que hemos llegado a un punto crítico de nuestra evolución, donde nos preguntamos cómo podemos vivir sin destruir el planeta, evolucionar es una prioridad y la naturaleza es el modelo perfecto a seguir; ya que antes que los humanos, han existido otros organismos que nos llevan millones de años de ventaja realizando I+D, y desarrollando soluciones similares a lo que nosotros necesitamos en la actualidad.
La
biomímesis es la ciencia que estudia la naturaleza como fuente de inspiración para diseñar soluciones a problemas que surgen a partir de la imitación de estrategias probadas y optimizadas durante miles de millones de años por la naturaleza. Se trata de aprovechar la oportunidad de aprender de bacterias, hongos, plantas y animales que ya tienen una experiencia demostrada en crear soluciones innovadoras y eficientes. Esta puede ser la solución a la eficiencia material y energética para desarrollar proceso de consumo de energía más moderados y renovables.
Esta ciencia también denominada biomimética se puede aplicar en multitud de áreas, desde la arquitectura, el diseño, la química, la nanotecnología, la robótica, el diseño de materiales, e incluso en la economía o en la organización de empresas.
Ya en el siglo XV, Leonardo da Vinci se inspiró en la estructura y los movimientos de pájaros y murciélagos para crear sus conocidas máquinas voladoras. Posteriormente Gustave Eiffel se fijó en el fémur humano para diseñar las curvaturas de su famosa torre en París, y Gaudí se rigió en las estructuras arbóreas de los bosques para diseñar las columnas de La Sagrada Familia.
Entre los ejemplos de biomimética que merecen mayor mención por tener menor impacto ambiental, y mayor rendimiento que los modelos conceptuales están: El edificio
Eastgate en Harare (Zimbabwe) que regula su temperatura imitando a un termitero; ventiladores que mejoran su eficiencia imitando las espirales logarítmicas de los caracoles de mar; alfombras modulares que imitan el estampado colorido del sotobosque para permitir su fácil reemplazo; ropa de baño que imita la piel del tiburón para repeler el agua con eficiencia; cinta adhesiva que no utiliza pegamento, no deja residuos, es reutilizable manteniendo el 100% de su capacidad de adherencia, es completamente adaptable a cualquier configuración y presenta un peculiar diseño geométrico que imita las características de las patas de los geckos; pintura que repele el agua y la suciedad como la flor de loto; tejidos que imitan a los escarabajos del desierto y recolectan el agua de la niebla y el rocío; un tren bala japonés que reduce su resistencia al viento imitando el diseño del martín pescador al entrar en el agua. Un vehículo que imita la fotosíntesis, con células que se alimentan de oxígeno para crear hidrógeno en la pila de combustible y emitir oxígeno como efluente.
Así que cuando te enfrentes a cualquier problema que tengas que solucionar en tu día a día pregúntate: ¿Qué haría la naturaleza en tu lugar?
Fuentes: Simbiotia, Ethic, Fair Companies