Se ha planteado la hipótesis de que los traumatismos craneales leves sufridos al cabecear el balón son la razón por las que los jugadores de futbol tienen mayor riesgo, y podría ser que la diferencia en el riesgo en enfermedades neurodegenerativas entre futbolistas de campo y los porteros respalda esta teoría. El hecho de que no aumente el riesgo en porteros que rara vez cabecean la pelota, refuerza esta teoría.
El pasado mes de agosto, el internacional board aprobó un protocolo de ensayos de obligado cumplimiento con la prohibición de cabecear el balón de manera intencionada, en todas las competiciones y partidos de categorías sub12 e inferiores. En el proyecto piloto participan, precisamente, la federación inglesa y la de estados unidos, que enviaran los datos recopilados a la IFAB. En el estudio realizado en Suecia no se observó un aumento significativo del riesgo para los jugadores de padecer enfermedades como la ELA, 0,3% con respecto a la población general, 0,2%.
La actividad física asocia con un menor riesgo de demencia, por lo que se podría plantear la hipótesis de que los riesgos potenciales de los impactos en la cabeza se compensan en cierta medida con una buena forma física. La buena condición física también puede ser la razón detrás del menor riesgo de enfermedad de parkinson.
Necesitamos actuar para proteger la cabeza y el cerebro de las personas y seguir practicando deporte. Desde entonces, indican los autores, el fútbol ha cambiado de muchas maneras que pueden afectar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas. Y citan el cambio de pelotas, la forma de entrenar más rigurosa y profesional o el cambio de estilo de juego asociado a un menor traumatismo craneal pueden haber reducido el riesgo. Por otro lado, apuntan, el riesgo podría ser mayor entre los futbolistas que hoy en dia entrenan desde una edad muy temprana.
Fuentes: El País, 20 Minutos